PENÚLTIMA APUESTA (Walter Bordoni)
jueves, 17 de julio de 2014
miércoles, 16 de julio de 2014
BLUE IN GREEN
Abandonado y solo, Migliónico se dejó
caer en el sofá desvencijado, único mueble que le quedaba en el living de su
casa. Afuera, la ciudad hervía el infierno del mes de enero, el tráfico
aceleraba el pulso tratando de llevar a los viajantes a su lugar de destino lo
más pronto posible, y la ropa del mujererío se ceñía violentamente, sugiriendo
senos, nalgas, caderas y hormonas a
punto de estallar.
- Mal día para estar solo
- rumió Migliónico para sus adentros.
Bebió un trago de ginebra, apartó
los ojos de la ventana y los cerró despacio, como queriendo emprender un viaje
hacia otro sitio, preferentemente uno sin fotos de feliz pasado reciente, sin
astrosos papeles judiciales anunciando
divorcio y separación de bienes, un lugar sin ese agujero en la panza ulcerando
hasta el límite mismo de la miserable vergüenza. Estiró el brazo derecho y no
encontró la caja de cigarros ni el blíster de Valium 10. Tampoco tuvo la
energía ni la voluntad para levantarse a investigar.
Solo hizo el movimiento mínimo e
indispensable para llegar una vez más al vaso que estaba en el suelo. Tomó un
sorbo y esperó el efecto del licor bajando por el garguero. Se sintió leve y amablemente borracho y se alegró por ello. Alargó las piernas para
quitarse el pantalón y llevó su mano izquierda a los genitales, sin más
intención que la costumbre.
Estuvo así un buen rato, aletargado
en una suerte de duermevela que le trajo una pizca de paz consigo mismo.
En determinado momento recordó la
trompeta. Con o sin motivos, aparentemente la desgraciada tuvo un postrer
vestigio de piedad y la dejó ahí, tirada al lado de la papelera donde se pudría
un ramo de jazmines. Migliónico se levantó y
fue a buscarla a tientas por el apartamento ya anochecido.
Volvió al sofá y se acurrucó con
ella, cerrando nuevamente los ojos. Los dedos recorrieron el instrumento
morosamente, rozando cada recodo en forma detallada. Sintió como la temperatura
del metal iba cambiando bajo el frote de la yema de su pulgar derecho. En tanto,
índice, medio y anular palpaban las llaves tratando de repasar los sonidos que
guardaba cada una.
- Si fuera capaz de volver a
tocar Blue in green quizás Laura
vuelva - pensó, asumiendo que pese a
todo comenzaba a extrañarla y que, tal vez, parte de la culpa de todo lo
ocurrido fuera suya.
Migliónico se enderezó levemente,
puso los dedos en posición, apoyó los labios en la boquilla y sopló, haciendo
vibrar las primeras notas de la balada del mago Miles. El corazón palpitó,
tentando recuperar el aire de algún viejo perfume anclado en el final de cada
frase.
La ansiedad o el miedo de pifiar en
lo alto de un vibrato le hicieron detenerse en el octavo compás.
Desde la calle llegó el trueno chirriante de una frenada, seguida de
un insulto. Después todo fue prácticamente silencio, salvo el taconeo apurado
de una probable muchacha volviendo al barrio.
Migliónico apuró el restito de
alcohol que quedaba en el vaso y volvió a tocar el tema desde el comienzo ,
encomendándose al espíritu de Davis para no fallar. Se sintió más cómodo y
pleno, como en sus viejos tiempos, apoyándose imaginariamente en el piano, el
contrabajo y la escobilla que le habían quedado grabados en uno de los salones
predilectos del alma.
El fuego de la antigua magia pareció
volver a medida que fue avanzando en la lánguida melodía. Cuando llegó al
calderón del do natural sintió una lágrima bajándole por el pómulo izquierdo.
Migliónico dejó pasar unos segundos,
pidió un solo deseo y, lentamente, abrió
los ojos.
Laura no estaba.
NO ME HAGAS ESTO
Tortuosamente,
la cucaracha intenta avanzar sobre la alfombra de la sala. De momento sólo yo
puedo verla, dado que busca, por ahora sin éxito, remontar una rugosidad que
está justo debajo de la mesita del living. Trato de acercar la suela de mi
zapato derecho para impedir que se mueva o al menos mantenerla a raya. Pero
tampoco quiero hacer ningún movimiento brusco. Es la primera vez que Martha
viene a mi casa. Definitivamente ella me gusta; me gustan su voz, su cuerpo, su
sonrisa. He soñado desde hace meses con llevarla a mi cama y, hoy que está
aquí, no voy a permitir que ese bicharraco infecto rompa el clima que minuciosa
y detalladamente he intentado crear.
-
Sé que no fumás – dice Martha – pero, ¿te
molestaría que yo lo hiciera?. Estoy tratando de dejar pero, como verás, por
ahora no lo consigo – vuelve a sonreír.
-
Por supuesto, no me molesta en absoluto, dale
tranquila. ¿Un poco más de vino?
-
Bueno, pero sólo un poquito – asiente mientras saca
de su bolso la caja de cigarros y un encendedor.
La
pequeña voluta que surge del incienso que yo prendí unos minutos antes se
confunde ahora con el humo del Marlboro apoyado en los labios de Martha. Desde
algún lugar del cielo de Texas, Vaughan canta Pride and joy como nunca. En el instante justo en que ella cruza
levemente las piernas veo que la maldita cucaracha avanzó unos veinte
centímetros, lo suficiente como para que en cualquier momento ella la vea. Si
la piso ahora va a ser peor, calculo.
-
¿Sabés que estuvo a punto de tocar aquí? – digo
mientras cambio de posición en el sillón.
-
¿Quién?
-
Stevie Ray Vaughan, el tipo que estamos escuchando
ahora. ¿Te gusta?
-
Si, está bueno. ¿Y qué pasó con él?
-
Paradojas de la vida. Unos meses antes se había
internado en una clínica de desintoxicación porque ya no daba más. La cuestión
es que, después del tratamiento, estaba totalmente limpio y en forma. Así las cosas,
se había incorporado al grupo que salió de gira con Clapton. Pero unos meses
antes que Eric llegara a tocar por primera vez en nuestro país, el helicóptero
que llevaba a Stevie de regreso a Chicago se vino al suelo y murió. Había
zafado de la heroína y lo vino a matar un estúpido accidente aéreo en un vuelo
de corta distancia. ¿No es muy loco?
-
Pah. . . . . tremendo. . . . Son cosas que pasan a
veces, no?. Yo creo bastante en eso, en el destino, como qué todo ya está
marcado desde el día que nacemos y no hay forma de cambiarlo
“Y sí”,
pienso. “Es el destino. No se puede evitar. Estaba escrito que tu blusa roja y
tu minifalda, mi camisa violeta y mis nervios, los blues de Stevie Ray, esa botella
de malbec que me salió carísima pero que compré en tu honor y la luna llena que
asoma en la ventana, todas esas cosas se juntaran aquí y ahora. Y si los astros
están a nuestro favor, todo eso caerá inevitablemente a tus pies y nos
abrazaremos tibiamente hasta el amanecer”.
Lo que no
puede estar escrito es la indeseable presencia de ese puto animalejo jodiéndome
la noche.
De
pronto, Martha se para.
-
Perdoná, ¿podría pasar al baño?
-
Claro, está allí, al final del pasillo. La luz está
del lado de afuera.
-
Ok.
Cuando
ella entra al baño y cierra la puerta sé que es mi última oportunidad. Me
abalanzo sobre la cucaracha y le planto encima todo el peso de mi mocasín talla
40 mientras le susurro bajito “mirá Gregorio Samsa, Benjamín Franklin o quién
diablos seas: esta historia no va contigo, lo siento mucho, no es nada
personal”.
Recojo lo
que quedó de la cucaracha con una
servilleta de papel y la tiro por el
balcón hacia la calle. Como en sincronía con el vuelo final del pobre bicho
escucho la descarga de la cisterna. Trato de calmar la respiración y cruzo los
dedos, rogando que el final del borrador diga bien clarito que, derrotando mi
histórica timidez , voy a besarla por vez primera, ahora mismo.
Es
entonces cuando veo a Martha llegando nuevamente a la sala. Y detrás suyo, a
escasos centímetros del tacón de una de sus sandalias, un trío de cucarachitas
avanzando también hacia mí.
PENÚLTIMA APUESTA : lista de cuentos
Blue in green . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Último tren a casa . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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No me hagas esto . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Carretera perdida . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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De noche en casa . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cábalas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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61 a la cabeza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Cartas cambiadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La noche de nadie . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Un poeta menor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Zoom in . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Códigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Humo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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El manuscrito de Rossenblat . . . . . . . . . . . .
Penúltima apuesta . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Vino suelto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Cristales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PENÚLTIMA APUESTA - primer libro de Walter Bordoni
PENÚLTIMA APUESTA es el primer libro de cuentos de Walter Bordoni editado por Yaugurú. En venta en las mejores librerías y en las actuaciones en vivo de su autor.
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