miércoles, 16 de julio de 2014

NO ME HAGAS ESTO

Tortuosamente, la cucaracha intenta avanzar sobre la alfombra de la sala. De momento sólo yo puedo verla, dado que busca, por ahora sin éxito, remontar una rugosidad que está justo debajo de la mesita del living. Trato de acercar la suela de mi zapato derecho para impedir que se mueva o al menos mantenerla a raya. Pero tampoco quiero hacer ningún movimiento brusco. Es la primera vez que Martha viene a mi casa. Definitivamente ella me gusta; me gustan su voz, su cuerpo, su sonrisa. He soñado desde hace meses con llevarla a mi cama y, hoy que está aquí, no voy a permitir que ese bicharraco infecto rompa el clima que minuciosa y detalladamente he intentado crear.
-          Sé que no fumás – dice Martha – pero, ¿te molestaría que yo lo hiciera?. Estoy tratando de dejar pero, como verás, por ahora no lo consigo – vuelve a sonreír.
-          Por supuesto, no me molesta en absoluto, dale tranquila. ¿Un poco más de vino?
-          Bueno, pero sólo un poquito – asiente mientras saca de su bolso la caja de cigarros y un encendedor.
La pequeña voluta que surge del incienso que yo prendí unos minutos antes se confunde ahora con el humo del Marlboro apoyado en los labios de Martha. Desde algún lugar del cielo de Texas, Vaughan canta Pride and joy como nunca. En el instante justo en que ella cruza levemente las piernas veo que la maldita cucaracha avanzó unos veinte centímetros, lo suficiente como para que en cualquier momento ella la vea. Si la piso ahora va a ser peor, calculo.  
-          ¿Sabés que estuvo a punto de tocar aquí? – digo mientras cambio de posición en el sillón.
-          ¿Quién?
-          Stevie Ray Vaughan, el tipo que estamos escuchando ahora. ¿Te gusta?
-          Si, está bueno. ¿Y qué pasó con él?
-          Paradojas de la vida. Unos meses antes se había internado en una clínica de desintoxicación porque ya no daba más. La cuestión es que, después del tratamiento, estaba totalmente limpio y en forma. Así las cosas, se había incorporado al grupo que salió de gira con Clapton. Pero unos meses antes que Eric llegara a tocar por primera vez en nuestro país, el helicóptero que llevaba a Stevie de regreso a Chicago se vino al suelo y murió. Había zafado de la heroína y lo vino a matar un estúpido accidente aéreo en un vuelo de corta distancia. ¿No es muy loco?
-          Pah. . . . . tremendo. . . . Son cosas que pasan a veces, no?. Yo creo bastante en eso, en el destino, como qué todo ya está marcado desde el día que nacemos y no hay forma de cambiarlo
“Y sí”, pienso. “Es el destino. No se puede evitar. Estaba escrito que tu blusa roja y tu minifalda, mi camisa violeta y mis nervios, los blues de Stevie Ray, esa botella de malbec que me salió carísima pero que compré en tu honor y la luna llena que asoma en la ventana, todas esas cosas se juntaran aquí y ahora. Y si los astros están a nuestro favor, todo eso caerá inevitablemente a tus pies y nos abrazaremos tibiamente hasta el amanecer”.
Lo que no puede estar escrito es la indeseable presencia de ese puto animalejo jodiéndome la noche.
De pronto, Martha se para.
-          Perdoná, ¿podría pasar al baño?
-          Claro, está allí, al final del pasillo. La luz está del lado de afuera.
-          Ok.
Cuando ella entra al baño y cierra la puerta sé que es mi última oportunidad. Me abalanzo sobre la cucaracha y le planto encima todo el peso de mi mocasín talla 40 mientras le susurro bajito “mirá Gregorio Samsa, Benjamín Franklin o quién diablos seas: esta historia no va contigo, lo siento mucho, no es nada personal”.
Recojo lo que quedó de la cucaracha   con una servilleta de papel y la  tiro por el balcón hacia la calle. Como en sincronía con el vuelo final del pobre bicho escucho la descarga de la cisterna. Trato de calmar la respiración y cruzo los dedos, rogando que el final del borrador diga bien clarito que, derrotando mi histórica timidez , voy a besarla por vez primera, ahora mismo.  
Es entonces cuando veo a Martha llegando nuevamente a la sala. Y detrás suyo, a escasos centímetros del tacón de una de sus sandalias, un trío de cucarachitas avanzando también hacia mí. 

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